Fue contratado en enero de 1967. Si sacamos la cuenta, ya cumpli 45 aÂos trabajando en el Hospital. Y es que para don Luis Rivera Âbeda, esta es Âsu segunda casaÂ, el lugar donde estÂn sus amigos y que le ha permitido formar su familia. Cumple en junio el plazo para poder jubilar, pero espera quedarse hasta fin de aÂo, pero sÂlo hasta ah y como seÂala ÂSi lo acompaÂa la saludÂ.
Casado con Eugenia Rubio, tiene 3 hijas, Paula Andrea, MarÂa Jaqueline y Lorena del Carmen. Nueve nietos, la menor de ellos, Ana de 5 aÂos y hasta un bisnieto de apenas nueve meses. ÂNunca pens tener tantos nietos. Al principio uno no se acostumbra y duele la palabra, pero uno despuÂs se acostumbra y ya no le dicen abuelo, me dicen tata. Y los mÂs picudos me dicen Âoye LuchoÂ. As que me dicen el Tata Lucho seÂala con orgullo.
Al preguntarle cÂmo lleg al hospital seÂala que no planific nada, que sÂlo querÂa trabajar ÂMi expectativa siempre fue sÂlo tener pega, lo Ânico que querÂa era trabajar, para ayudar a la casa. El colegio me aburriÂ. Estuve hasta segundo de humanidades (algo as como sÂptimo de hoy)
Pero su llegada al HDS estuvo marcada por una de sus pasiones, el fÂtbol. Este colocolino lleg desde la poblaciÂn El Pinar de San Miguel a jugar en un equipo de funcionarios del servicio de salud. ÂUn funcionario del TÂrax me trajo para jugar en el equipo de ese hospital. DespuÂs alguien dio el dato de que jugaba y pas a jugar en uno de los equipos del Salvador, el del Departamento de Aseo, ÂPatio tambiÂn le llamaban. Aunque el principio no habÂa contrato, mis compaÂeros con los que jugaba y otros que eran hinchas, se ponÂan todos los meses y me hacÂan un sueldo para que no me fuera a jugar a otro equipoÂ
Luego vino su ingreso como funcionario en enero de 1967. Parti en el Departamento de Aseo, especÂficamente en el Ârea de Medicina. Luego pas al
PoliclÂnico de Medicina. AÂos despuÂs a la DirecciÂn del Hospital, como auxiliar y despuÂs al ÂReloj control del departamento de personal, donde estuvo en su momento a cargo de el timbraje de las tarjetas de asistencia de los mÂs de mil quinientos funcionarios ÂNosotros nos ponÂamos en la ventana y cuando venÂa la gente ya nos sabÂamos el nÂmero de las personas, entonces la gente pasaba, marcÂbamos y listo. O bajaban de la micro, all viene tal persona, que eran de otro lado. HabÂamos dos personas, uno que marcaba del funcionario uno, al mil y otro del mil uno hasta el Âltimo. Uno estaba ah y decÂa Âall viene la ochocientos y tanto ya estÂ. Muchas de las personas que nosotros conocÂamos ah en el reloj, ahora son mÂdicos y trabajan aqu mismoÂ. Tras la destinaciÂn en el reloj control, pas como auxiliar a recursos humanos, donde ha estado por cerca de veinte aÂos.
Recuerda con aprecio a varios de los jefes que tuvo en el hospital: Jorge Reveco Davidson, Ricardo Barnsen, IvÂn Videla, el Doctor IvÂn Arteaga y el Doctor Eugenio Ronconi, vienen a su memoria. ÂNunca tuve problemas con mis compaÂeros de trabajo ni con los jefes. A veces ellos pensaron que uno andaba enojado, con la cabeza gacha, pero lo que pasa es que uno anda pensando en otras cosas, en lo que tiene que hacer y a veces no saluda y se encontraba en los pasillos con compaÂeros que decÂan Âoye, sssh, andai enojaoÂ. Claro entre hombre usted sabe cÂmo nos tratamos seÂala mientras sonrÂe.
El hospital: La hora de los balances
Pronto a cumplir los 65 aÂos, Luis Rivera hace un balance de su paso por el hospital y cree que el saldo es muy positivo ÂEl Hospital ha sido como mi segunda casa. Por que la mayor parte del tiempo estamos aquÂ. Aqu estÂn todos los amigos. Aunque ahora hay mucha gente nueva, uno saluda a los mÂdicos y a los compaÂeros y a veces uno no les sabe el nombre. Muchos amigos, se me fueron la mayorÂa de los amigos, algunos han fallecido tambiÂnÂ
Agrega que el hospital ha sido su vida y que ÂGracias al hospital logr tener una familia. Es como sacar pecho trabajar en uno de los hospitales mÂs grandes de Santiago y yo creo que hasta de SudamÂrica. Estoy orgulloso de haber trabajado en el Hospital del Salvador. Es como si yo trabajara en una ClÂnica, es muy nombrado este hospital. No es como otros que la gente dice Âse mueren todos ahÂ. Si usted conversa con gente que no es de esta Ârea, que sea de otro lado, ÂA quiÂn no le gustarÂa llegar ac a ser atendido?Â
Luis sabe que cada vez son menos los viajes que deber hacer hasta el HDS en Providencia, desde San Bernardo donde vive actualmente con su seÂora. Sobre lo que viene una vez que jubile, tiene claro que debe mantener la mente activa. ÂA veces pienso en tratar de buscar otro trabajo para despuÂs, pero pienso para qu me voy a estar matando tanto. Hay que buscar otras cosas para hacer, salir, pero no quedarse en la casa. Si me quedo en la casa estoy frito, porque uno se empieza, viene el bajÂn, uno empieza a pensar en el trabajo. Se hecha a perder la memoria, mejor mantener ocupada la memoriaÂÂ
DespuÂs de estar 10 aÂos sin jugar fÂtbol, jug su Âltimo partido en diciembre, en el dÂa del hospital. Por que como dice Âle picaron la guÂa se atrevi a jugar. Se sinti bien, pero al segundo dÂa, la cosa se puso compleja, le doli hasta el pelo.
Su contacto con el fÂtbol hoy, se da mayoritariamente a travÂs de su nieto de 8 aÂos, que juega por la ÂUÂ en San Bernardo. Aunque sea con la camiseta azul, este colocolino dice que le gusta verlo y que le gustarÂa que aprenda sobre fÂtbol y bote toda la energÂa que tiene, a travÂs del deporte.